SOY CARNE DE MI CARNE Y HUESOS DE MIS HUESOS


Entre la vida y la muerte el cuerpo, producto de la unión de dos seres, ocasional, pasional o incidental y surge el cuerpo, primero inconsistente, masa de pequeñas masas, que sin forma lo forma todo.

Nací con cuerpo y por eso soy, por él me reconozco con él vivo y por medio de él también. Muero, cuando no lo tengo, aunque a veces deseo no tenerlo.

¿Porqué dios me dio un cuerpo para luego condenarme por él?

El cuerpo es lujuria, maquinaria, suplicio y seducción, lugar de sacrificios, es sucio y limpio, es salvación y condena.

¿Para qué me diste la belleza del sol, la profundidad de los mares y la brisa de los vientos, si nadie debía mirarme, ni sumergirse en mis aguas, ni sentir mis caricias? ¿Porqué me condenas por algo que tu mismo creaste?

Y ahora, solo me dices digna cuando me olvido lo que soy, si me olvido de mi deseo y me entrego al tuyo, al olvido, a vivir para los otros.

Primero quedaste seducido por mi belleza y luego temiste de ella, antes me amaste y junto a ti me pediste caminar, ahora…., ahora apartas tu rostro del mío y me dices pecadora, puta, prostituta.

¿Porqué amor mío me has abandonado?… sí tú fuiste quien vino a mí solicitando ayuda, solicitando mi regazo y mi amor de madre, porque según tú, éste también te fue negado. Pedro te negó tres veces y yo te seguí hasta el pie de la cruz y, no conforme con ello, mi amor alcanzó para esperar lo imposible, tu resurrección.

En mi cuerpo encontraste la paz, conociste el perdón y la grandeza divina, ahora nadie me recuerda como la mujer que te amó, y como la mujer que amaste, ahora todos saben que me salvaste de ser muerta a piedras, que bañé tu rostro con mis perfumes, por supuesto que puta fui, pero a nadie le interesa creer que yo soy el discípulo amado.

Hea!, pues, cristo abogado nuestro, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a la mujer fruto bendito de tu vientre, oh! clemente!, oh! piadoso! ruega por nosotras para que seamos dignas de alcanzar las divinas gracias que por no ser varones nos han sido negadas. Amén.

Ruega!, por nosotras las mujeres, por todas las que hemos sido señaladas, condenadas y rechazadas por perder un pellejo entre las piernas, perdón, ahora le llaman virginidad. Yo, recuerdo que la virginidad tenía que ver con el espíritu, con la unión a dios, con la lucha para promover una idea de divinidad que no estaba vinculada a ningún sistema biológico o tribal, con un estado intangible, no con un sello de garantía para seguridad de la propiedad privada del hombre que nos ha hecho perder toda propiedad incluido nuestro cuerpo.

Tú, naciste de una virgen, porque esa mujer tenía una visión de lucha, de justicia divina y de sentido universal, en ello radicaba su virginidad más que en sus menesteres de cama.

Bajar a las diosas a la categoría de santas, es lo que se ha logrado a través de un sistema patriarcal despiadado. ¡Apiádate! de todos los cuerpos femeninos que han sido mutilados, torturados, violados, por ser señalados como arma del demonio, ya sea por proclamarte o por negarte, ruega por Águeda de Sicilia, muerta con los senos cortados, por las mujeres migrantes asesinadas en Ciudad Juaréz, por Áurea de Siria, muerta desangrada sentada en una silla forrada de clavos, por las indígenas muertas a machetazos en Acteal, por Victoria de Roma muerta después de arrancarle la lengua, por las mujeres agredidas en San Salvador Atenco, por las asesinadas en el Estado de México, por las niñas secuestradas y comercializadas para lucrar con sus cuerpos, por las mujeres golpeadas en el seno de su familia y más adelante por su cónyuge, por todas las mujeres muertas en la Inquisición condenadas por saber leer, escribir o curar enfermedades, por las explotadas y discriminadas en sus trabajos, por las mujeres de “segunda categoría” por ser solteras con y sin hijos, por las que han decidido no vivir con un hombre y amar a otra mujer.

Dime, ¿qué tiene mi carne que no tenga la tuya?, dices que me has creado de la costilla de Adán, no soy acaso de la misma carne? ¿Porqué soy más despreciable entonces?

Cuando nadie creyó en ti, yo lo hice, nunca dudé de tus palabras aunque tu madre y tus hermanos te creyeron loco, cuando dios te hablaba y te decía las cosas horrendas que tenía destinadas para ti, siempre te escuché sin emitir juicios, aceptando tus deseos y tu voluntad, aunque sabía que te perdería. Cuando tus discípulos se escondieron, o se arrebataron la vida por miedo, yo seguí tus pasos, sufrí tus heridas, lavé tus lágrimas, te acompañé hasta el último momento, bajé tu cuerpo de la cruz, limpié tus heridas, embálsame tu cuerpo, preparé tu mortaja y ataúd. Cuando una mujer hace todas estas cosas no es más que por amor, y toda mujer que haya amado y todo hombre que haya sentido el amor de una mujer sabe que éste tipo de amor no es de amigos, ni de discípulos, pues quedó comprobado que a ninguno de ellos le alcanzó el amor para seguirte al pie de la cruz, sólo yo, el discípulo amado, estaba ahí junto a tu madre, porque el amor es una llama doble constituida por la carne y el alma.

Dicen que expulsaste siete demonios de mis adentros, eso fue porque ocupaban mucho espacio y el amor que sentí por ti era tan fuerte que no había lugar para ellos, ¿quién se niega ante el ser amado a cambiar algunos defectos de carácter con tal de tener su amor? Yo te vi, y no dudé dos veces en seguirte a donde fueras y hacer lo que me pidieras a cambio de tu amor.

Tu correspondencia hacia mí atrajo varios inconvenientes, algunos de ellos los presenciaste, sabes que Pedro te reclamó varias veces porque me preferías a mi que a ellos y, ese sentimiento creció aún más después de tu partida, llevé tus palabras de amor a todas partes; muchos confiaban en mi porque sabían que tú me habías contado secretos que nadie más sabía, pero la envidia de los hombres se hizo presente. Ahora me han disfrazado de serpiente, de tentación en forma de manzana, de puta, de engaño, de un ser en cuyas palabras no se puede confiar, entonces, desaparecí, ya no existo, ya no soy lo que fui, ni represento el amor incondicional hacia ti y tu evangelio.

¿Recuerdas cómo me pedías consuelo y te importaba considerar mi opinión? pues ahora nadie me pregunta nada, los hombres toman todas las decisiones, las magdalenas estamos para llorar, para agradecer el perdón por nuestros horribles pecados, para servir, para callar, para seguir órdenes, para ser ejemplo de todo lo que debe evitar una mujer si quiere ser de tu agrado, para eso y poco más.

Luego, la transformación de símbolos femeninos de poderosos a serviles, mi imagen no sirve porque yo no reflejo a la mujer valiosa para dios, para ello está María, la mujer que te dio la vida, la que no creyó en ti, ahora es el ejemplo de fe, de amor, de piedad, de pureza, vaso místico, torre de marfil, arca de alianza, madre castísima, madre virginal, madre inmaculada, vaso digno de honor, estrella de la mañana, reina de las vírgenes y por cierto la cualidad más valiosa de María es el silencio, ahora las mujeres son instruidas en el arte del silencio para imitar a la gloriosa María, quien solo sabe aceptar y callar, elegante forma de decir “calladita te vez más bonita”.

Ahora en la mayor parte de los países no me agreden con piedras –aunque el tiempo no ha erradicado esa práctica- , pero me agreden con leyes escritas y actitudes que golpean mis derechos, como el de decidir si deseo ser madre o no, mi derecho a ser madre sin perder mi trabajo, mi derecho a usar minifalda sin que se me culpe por incitar violadores, etc., lo curioso de todo esto es que los mismos que dicen defender la vida y me obligan a parir, son los mismos que hacen guerras en tu nombre e invierten en armas matando a muchas personas con tal de defender sus intereses económicos y políticos, en lugar de alimentar a tantos niños desnutridos y sin educación, sólo los hombres poderosos tienen la facultad de decidir según sus falsos principios cuando sí se vale matar y cuando no.

Solo los hombres tienen derecho al sacrificio, las mujeres no podemos tener cargos litúrgicos como consagrar o perdonar pecados, en la mayoría de las sociedades donde el sacrificio está relacionado con la estructura social, sólo los hombres pueden hacer sacrificios, parece que quien instituye el sacrificio tiene la fortuna de convertirse en el fundador del esquema social y por lo tanto se convierte en la cabeza, como los hombres no pueden procrear han decidido conservarse el poder de consagrar sus sacrificios, las mujeres somos preservadoras de la vida, mientras los hombres juegan el rol de preservadores de la cultura y de los esquemas de poder.

Las mujeres somos tentación para los hombres porque ellos se enamoran de nosotras y en la medida en que medie el amor nuestra voz tomará fuerza y, ellos querrán darnos nuestro lugar, por ello se creó el celibato para alejar cualquier tipo de unión o influencia directa e indirecta con nosotras, así, los que manipulan los sacrificios o sacramentos, no se ven influenciados de la visión femenina. No existe el término apóstola, pero tu estancia aquí en la tierra dejó muchos seguidores tuyos, hombres y mujeres, los que transcribieron y eligieron los libros de la Biblia sólo consideraron el nombre de doce personas, todos varones, para ser tus discípulos, y nos dejaron en papeles secundarios, igual te seguimos entre líneas pero parece ser que sólo estábamos ahí para ir por las tortas y atenderlos en sus necesidades, así como hoy se cree que las mujeres comprometidas con la religión son la que cantan en el coro, mantienen limpia la iglesia y le hacen de comer al sacerdote.

Las desigualdades traen inconformidad, por ello te escribo esta carta, porque tú me amaste y yo te sigo amando, tú enseñaste a los hombres y a las mujeres el perdón, la dignidad y muchos otros valores humanos. Sé que comprendes mis palabras y que sabes de la indignación, fuimos vivos y vivimos nuestras vidas, decidimos, pero al final la historia, los hombres, el pastor llevó el rebaño por otro sendero y fuimos traicionados, tú fuiste cohersionado a entregar tu cuerpo para poderío y gloria de dios. Te escribo a tí porque tú fuiste humano y como humano comprendes del dolor y del goce, porque aprendiste de los sabores, de los sonidos y de los olores, porque experimentaste todas las emociones humanas, algunas de ellas llevadas al extremo; si eres uno solo con dios, si existes junto con él, entonces debes ser su conciencia, la voz interna que no le permite el autoengaño, por eso te hablo a ti: recuerda tu origen, recuerda las promesas que me hiciste y que me fueron arrebatadas.

El espacio sagrado de la historia masculina se ha forjado literalmente sobre nuestros cuerpos, cualquier forma de religión en la cual la mujer revistiera cualquier tipo de rol simbólico o de importancia, fue erradicando poco a poco fue perdiendo toda autoridad religiosa, económica, sexual y de poder.

Se dice que aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla, pero la historia ha estado siempre escrita por los que han salido victoriosos y en este caso los hombres han sido quienes han escrito la historia. Ellos son los héroes, los salvadores, los patriotas, los teóricos, los filósofos, los que han construido todo lo que podemos ver, es decir, la visión de dios, de ser humano, de amor, de mundo, de bueno y malo. Todo cuanto nos rodea después de la omisión de la existencia femenina, es el mundo de hoy.

Las luchas nos han llevado siglos, la divinidad femenina, la madre tierra ha sido saqueada, violada, comercializada, la diosa madre llora por sus hijos, por los cuervos que ahora le sacan los ojos para que no vea su desgracia. La mujer nunca tendrá el lugar que pelea dentro de la sociedad hasta que no se reconozca que dios no tiene sexo, que la entidad que todo lo creó es un equilibrio de fuerzas, es lo oscuro y lo claro, es la calma y la tempestad, se le encuentra en la tragedia y en las alegrías, en la abstinencia y en el orgasmo, en lo femenino y en lo masculino, en la semilla y en suelo fértil que la recibe; hasta que no se conozca que vivimos incompletos, que no tenemos madre, que vivimos sedientos de una y por ello la buscamos de forma autodestructiva llenando ese gran vacío, no estaremos completos.

Seguiré mirando tu cuerpo elevándose al cielo, la última vez que te vi, yo, la única persona que te vio y, que guardó en su corazón la esperanza del amor, de ese sentimiento que sembramos entre nosotros y para los otros, más valioso que las profecías y todos los misterios, que la misma ciencia, fuente de fe, capaz de mover montañas, por él dejé todos mis bienes, alimenté a los pobres y entregué mi cuerpo a las llamas, te fui servicial y dadivosa, no hice alarde de mi posición y ni me envanecí, tampoco me alegré de la injusticia sino que me regocijé con la verdad, lo disculpé todo, todo lo creí, todo lo esperé, todo lo soporte. Pero el amor no pasará jamás, las profecías se acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá, porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto, cuando lo incompleto se complete.

Mientras eras un niño, hablabas como un niño, sentías como un niño, razonabas como un niño, pero cuando me conociste deseaste ser hombre y te convertiste en hombre, dejaste a un lado las cosas de niño. Ahora nos vemos como en un espejo, confusamente; después nos veremos cara a cara. Ahora conoces todo imperfectamente; después me reconocerás como dios para coexistir contigo.

En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza, y un amor incompleto, porque no existirá en su plenitud hasta nuestro reencuentro, entonces la más grande de todas esas cosas será el amor.

Los hombres me miran, se ríen, me dicen que después de arreglar mi casa y atender a mis hijos puedo ir a manifestarme por mis derechos y con una sonrisa en sus labios me preguntan: “¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿A dónde se fue tu amado? “(Cor: 6:1).

Y yo no puedo más que responder, no lo sé, le he clamado, invocado, gritado hasta desgarrarme pero él no responde. Silencio y nada más que silencio… ese es el único veneno que mata el amor.